domingo, 23 de marzo de 2014

LA MARUJA QUE LLEVO DENTRO


 Ni recuerdo cuando había sido el último sábado que me había quedado en casa viendo la tele, pero tras una semana agotadora lo único que te pide el cuerpo es ponerte el pijama el viernes por la noche y quitártelo el lunes por la mañana, tras deambular como invita el anuncio de la famosa cadena sueca de mobiliario del sofá a la cama y de la cama al sofá.

No es postureo cuando he comentado alguna vez que realmente no veo nada la tele salvo en estos momentos en los que necesito dejar la mente en blanco, no dar al run run y descansar también intelectualmente.

En esta premisa me encontraba anoche cuando el mando a distancia me llevó hasta Telecinco, paradigma del basureo televisivo, al programa “hay una cosa que te quiero decir” que ya de primeras me causó bastante interés porque varias amigos me habían hablado de él y se confesaban adictos, a mi a priori no me interesaba en absoluto ( de hecho y a pesar del post sigue sin interesarme) pero el hecho de que la historia que relataban ocurriese en Las Palmas de Gran Canaria, y salieran paisajes tan conocidos y queridos para mí pienso que me impulsó a darle una oportunidad.

El dramón que se nos narró era digno de peliculón de Antena 3 después de comer de esos que te dejan grogui en la siesta: Un chico que a los 11 años había visto morir a su madre asesinada por su padre en sus brazos quince años antes pretendía cumplir el último deseo de la fallecida, que no era otro que sus hijos estuviesen unidos, ( tal y como mostraba un video de la susodicha meses antes de  morir, que por supuesto reprodujeron en la cadena entre llantos y sollozos) cuando, como era esperar, los hijos hacia una década que no querían saber nada los unos de los otros.

La primera consideración que quiero hacer es que anoche comprobé que Telecinco no tiene maquilladoras ni estilistas, sino magos a la altura de Copperfield.. si no es inexplicable que una mujer que cuando le entregan la invitación ( en teoría de improviso) sea como una cajera del sepu, chándal y moño incluidos aparezca posteriormente en plató como un ángel de Victoria Secret

La segunda es que efectivamente todos llevamos una maruja dentro, ya que contra todo pronóstico no pude apartar mi mirada de la pantalla, atraída por los lloros, llantos y trapos sucios que lavaban cada uno de los hermanos sin el menor pudor delante de toda España y que cuando finalmente todos se fundieron en un emocionante abrazo jurándose amor eterno en nombre de la finada matriarca con música de love story de fondo hasta alguna lagrimita se me escapó a mi también

Feliz domingo, os dejo que me voy a leer a Kafka, para compensar...


lunes, 17 de marzo de 2014

ARDE VALENCIA

 Valencia está en fallas.

 Quizá porque mi madre sea valenciana y lo llevo en el adn, quizá por la belleza de esta ciudad con olor a azahar y a pólvora, de un color azul como su mar y naranja como su famosa fruta que inunda los árboles de sus calles,  quizá por la bondad de su clima cálido que te permite disfrutar de sus vinitos y  de sus paellas en una terraza en la Malvarrosa  respirando el  mediterráneo,  o quizá por nada de esto... lo cierto es que disfruto como nadie de estas fiestas.

Como madrileña que soy siento una envidia sana cuando veo como una ciudad entera se vuelca en sus fiestas, como en cualquier plaza, en cualquier calle ves a niños y niñas enanos vestidos con los trajes regionales ( que poco favorece el de fallera, por cierto, con esos roletes en la cabeza tipo princesa Leiya ya se puede ser un bellezón para verte favorecida) y disfrutando junto a sus padres de los millones de eventos que la ciudad te ofrece estos días en los que se inunda de monumentos, fuegos artificiales, música y mucho ruido... nada que ver con las  fiestas del patrón en la capital dónde sabemos que hay no se que en una pradera que no sabemos ni dónde está...

Y se tiene que ser muy fallero para comprender como la gente disfruta con las aglomeraciones que se organizan, estar metido en un océano humano para escuchar quince minutos de ruido ensordecedor de petardos es algo difícil de explicar, emocionarte hasta  el tuétano al ver a las falleras llorando cuando entran en la plaza de la virgen ramo en mano para entregárselo a su patrona es inexplicable a no ser que en biberón hayas bebido horchata en vez de leche de vaca.