LLUEVE...
En días como hoy me acuerdo de mi abuela Luisa, canaria hasta la médula cada vez que hablaba con nosotros por teléfono invariablemente nos preguntaba si llovía en la península... yo tardé mucho tiempo en comprender esta obsesión por la lluvia, y más aun cuando si la contestación era un eufórico " Pues no abuela, hace un sol del demonio" su respuesta era un lángido " vaya..."
Con el transcurso de los años, cuando comprendí que si vives en un lugar llamado " Valleseco" ( a pesar de que ironicamente es el paraje más húmedo de una isla dónde el agua es más apreciada que el mismo oro) y que tu subsistencia ha dependido mucho tiempo de que maduraran y florecieran los frutales empezé a encontrarle explicación a esa obsesión por el zumo de las nubes.
Y por eso en estos días grises y lluviosos, en los que para colmo de males no he terminado de guardar la ropa de verano y sé que tendré que aguantar el asegurado atasco que provoca el que caigan dos gotas sobre la capital con un vestidito que se empapará seguro, al igual que los zapatos porque no tengo ni media intención de ponerme a sacar botas de lluvia a estas horas tan tempranas y estas sandalias no son ni de lejos las ideales para ir saltando charcos, miro al cielo plomizo y me parece adivinar la sonrisa satisfecha de mi abuela.