viernes, 7 de agosto de 2015

EN EL BALNEARIO

 " Podría acostumbrarme a esto" pensaba yo sumergida hasta las orejas en una bañera ergonómica estilo modernista que parecía diseñada por el mismísimo Gaudí mientras unas burbujas me masajeaban estratégicamente a lo largo de todo el cuerpo

No era la primera vez que visitaba un balneario, pero sin duda era la vez que debido al estress y tensión acumulados tras un año demasiado intenso para mis músculos dorsales llegaba con la espalda más necesitada de los cuidados que ofrecen este tipo de centros.

Agua y calor son los pilares sobre los que se asienta en el mundo de spas, balnearios etc, etc...

El agua está por todas partes, desde que llegas te pasas el día como un pato remojado, piscinas de todos los tamaños, formas, y colores ( la cromoterapia es precisamente eso, introducirte en una piscina y que vaya cambiando de color, como si te hubieses tomado un tripi y lo que  antes era rosa de pronto pasa a ser verde) tubos por todas partes que arrojan chorros de agua con mayor o menos presión para desentumecer musculaturas agarrotadas, debo reconocer que aunque a veces alguno de estos chorros parece que van a perforarte la piel la experiencia acuática suele ser de lo más placentero en estos bucólicos lugares.

Lo del calor ya es más complicado...tenemos por un lado la sauna y el baño turco, o finlandés o depende el sitio le llaman de una modo u otro, vamos, que uno es calor seco, y el otro es calor húmedo... no se cual de los dos es más infernal.... el seco es como estar en mi habitación en Madrid cualquier noche de estas que nos ha regalado este asfixiante mes de agosto a casi 40 grados, y el húmedo lo mismo pero en mi habitación de Alicante, vamos, que te asas como un pollo en el horno, súper depurativo, te limpia los poros, los pulmones, los riñones y hasta el esternón, pero aquello no hay ser humano que  lo resista sin empezar a oler a chamusquina más de 5 minutos.

Pero lo peor de todo es lo llamado "parafangos", en una camilla te colocan en la espalda dos plastacas de algo que llaman "fangos" ( prefiero no comentar el aspecto ni las asociaciones mentales que realizas mientras lo preparan) a una temperatura de otros 60 grados para posteriormente envolverte en una manta zamorana para que no se escape el calor y por ende el efecto terapéutico de los barros, y allí te dejan 20 minutos diciéndote amigablemente " ahora relájate" mientras tu piensas " pero so zorra ¿ cómo voy a relajarme si estoy encima de un barro ardiendo como si fuera una chuleta y por si fuera poco me has envuelto en una manta como una momia egipcia y empieza a picarme la nariz y no me puedo ni rascar?"

Menos mas que al final siempre llega ese masaje salvador en el que sales como una croqueta recién sacada de la freidora, embadurnada en aceite pero relajadísima... con la espalda igual de tetris que antes, pero eso si, relajadísima....



No hay comentarios:

Publicar un comentario