DE PROFUNDIS
Debo reconocer que me ha sorprendido muy gratamente este Wilde. En su momento leí su " Retrato de Dorian Gray" e incluso representé parte de "La importancia de llamarse Ernesto" y la imagen que guardaba de ambas trasladada a la de su autor era un poco superficial, impregnado por un hedonismo que se materializaba en una búsqueda de la felicidad y la belleza sin profundizar demasiado.. algo ligerito y ameno... y de pronto me encuentro con este OBRON, así, en mayúsculas.
" Aquí sentado en esta celda oscura, vestido de presidiario, infamado y hundido me culpo", así se dirige el irreverente escritor a su amante y causante de su condena de dos años en la prisión de Reading por comportamiento indecente y sodomía Alfred Douglas ( cariñosamente apelado como Bosie por el escritor)
La ironía que enmascara el dolor y el desgarro a lo largo de toda la epístola es conmovedora, desde la primera frase: " Después de una larga e infructuosa espera he decidido escribirte yo; tanto por ti como por mi" debería, en mi opinión haber omitido ese "tanto por ti" esos actos de exorcismo literarios siempre son por uno mismo, son cartas que necesitan ser escritas, pero no enviadas, de hecho el escrito nunca fue entregado en persona a su destinatario, que siempre negó haberlo recibido, aunque después de las perlas que le dedica el irlandés y tras su salida de la cárcel ambos amantes volvieran a estar juntos,¿ sorprendente? no, simplemente humano....
A lo largo de 80 páginas el otra hora brillante y triunfal literato busca una explicación a su cautiverio y a su ruina, económica, pero sobre todo emocional, y la única justificación que encuentra en su desesperación es ese amor irracional y devastador que ha sentido y siente ( nadie puede escribir con semejante pasión si realmente ha superado ese sentimiento) por el joven Douglas.
Sorprende la actualidad del escrito, cuando hace referencia al año 93 uno puede pensar que esta hablando de 1993, y no de cien años antes.. y eso es lo que hace de esta una obra única e inmortal, los sentimientos y el amor son eternos y nos hacen comportarnos igual ahora que dentro de otros cien años, estoy segura que mis hijos, cuando lo lean, seguirán comprendiendo y compadeciendo a Wilde.
Seguirán conmoviéndose por ese reconocido y admirado personaje dominado como una marioneta por un caprichoso, narcisista y egoísta joven, de mucho menor talento e inteligencia que el escritor, pero que por las argucias de eso que algunos llaman amor le roba la razón, el sentido y la cartera.
Conmueve imaginar al gran Wilde, en la desesperación de su encierro rememorando mil veces esos dramáticos momentos hasta vomitarlos convertidos en palabras "el verdadero necio, ese del que los dioses se ríen o al que arruinan es el que no se conoce a si mismo". Una lectura imprescindible.
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