martes, 10 de junio de 2014

.. Y EL SÉPTIMO DÍA DESCANSÓ...

Domingo siete cero cero  Ante Meridiem (  Es decir, unas horas indecentes en las que aun no han puesto ni las aceras) después de una semana infernal de trabajo en la que no veías la hora de que llegase el fin de semana, y al igual que  nuestro Santísimo Jesucristo tumbarte a la bartola y desconectar, leer, escribir, hacer papiroflexia, pensar en las musarañas.. en fin, DESCANSAR.

 Suena el despertador, no, no es una pesadilla, es tan real como que nuevamente los hados se han alineado en tu contra en los despachos de la Federación Madrileña de Fútbol y a tu hijo le toca partido a las 8 de la mañana, como prácticamente todos los fines de semana de la temporada futbolera, lo que te hace preguntarte si hay alguna ley que prohíba fijar los partidos a las 12 de la mañana o si la humanidad en general se empeña en evitar tu descanso dominguero.

Y vaya por delante que es complicado verme animando a mis cachorros ( todo el mérito del mundo a su padre, que bajo lluvia, frio y nieve soporta estoicamente horas y horas en campos ignotos que no aparecen ni en el navegador) pero las escasas veces que he acudido ( hay veces que una se siente la madrastrona del cuento) he de decir que lo peor no es el frio, ni la lluvia, ni cualquier otro agente meteorológico, lo peor, como siempre son los humanos.

La imagen de esa hinchada de padres y madres parapetados tras banderas gigantes, bufandas y trompetas que hacen sonar sin descanso a la vez que te revientan el tímpano con todo tipo de alaridos contra los jugadores contrarios, y a veces hasta con los propios, que no son más que niños de 9 años a los que se les inculca cualquier cosa menos la deportividad que debe imperar en estas edades, y que saltan al césped con la cabeza llena de ilusiones promovidas por estos padres que sueñan con tener un futuro Ronaldo que les saque de las miserias cotidianas, olvidando las propias ilusiones que conforme  con su edad no deben ser otras que divertirse con sus compañeros de equipo es algo que me indigna hasta la nausea.

Quizá en un futuro alguno de esos niños terminen siendo unas grandes estrellas, quizá hasta levantando una copa del mundo con sus emocionados padres afónicos nuevamente tras una bandera sábana y disfrazados con camisetas, calzoncillos, pantalones y hasta gorras con los colores que defiende su hijo, y yo me pregunto... Habrá merecido la pena?





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