Me he despertado este primer día de Agosto sorprendida al ver que no se había acabado el mundo, el sol, había salido de nuevo, ( y hacia calor¡¡ vamos, lo normal en verano... ) los pájaros seguían cantando, las niñas de mi vecina dando el coñazo desde primera hora, vamos, lo normal y cotidiano de todos los días...
Digo sorprendida porque dado que el mes anterior se me había trasmitido por babor y estribor tal nerviosismo por presentar demandas ( no se cuando entenderá la gente que es exactamente igual presentar una demanda el 31 de julio que el 1 de septiembre, que de hecho el juzgado el 31 de julio ni la va a turnar...) por reunirse a toda costa, por cenar, comer o desayunar antes del temido 1 de Agosto llegué a pensar en algún momento si había vuelto a anunciarse un fin del mundo para el 31 de julio del que yo, poco dada a ver telediarios ni me había enterado...
He vivido estos últimos 30 días una sensación parecida a la que experimento en diciembre, dónde igualmente parece que el mundo va explotar a ritmo de las campanadas... los garitos madrileños absolutamente a rebosar de amigos, vecinos, colegas, compañeros, que tienen que despedirse sí o sí antes de las vacaciones.Debo admitir que algunas de las veladas muy agradables, reencontrándome con personas que hacía cerca de diez años que no veía, pero claro, si el mundo iba a terminar es importante retomar viejas amistades...
Creo que ahora tendré que encerrarme en casa estos 30 días y pasarlos oyendo música y leyendo, básicamente porque llevo un mes despidiéndome de todo el mundo que conozco...
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