Puedo decir orgullosa que he conseguido terminar La Divina Comedia sin que ella acabe conmigo.
La obra del maestro florentino me llamaba desde hace muchos años, pero igual esperaba el momento en el que, al igual que su protagonista me encontrara " En el medio del camino de mi vida" aunque no sé si me hallaba en una selva oscura porque había extraviado el camino, o tal vez sí...
En primer lugar, y tras haber alcanzado el Paraíso reconozco, que quizá dónde más he disfrutado sea recorriendo de la mano de Virgilio los nueve círculos del particular Infierno que nos dibuja Dante.
A pesar de lo trágico y desgarrador de las mayorías de las imágenes que nos sugiere el poeta ( Ojalá hubiese sabido el italiano suficiente como para poder leerlas en su idioma original, puesto que si las las traducciones en prosa son la mayoría de las veces un sacrilegio, en este tipo de obras clásicas y en verso son un anatema) este viaje por el inframundo supone un verdadero viaje que cada lector acomete en busca de sí mismo y de sus propias miserias
Me parece difícil que atravesando por medio de los Cantos perfectamente estructurados que componen la obra cada uno de los círculos que componen el Infierno y el Purgatorio no se caiga en la tentación de concebir nuestro Infierno particular, de ponerle nuevos nombres a los condenados por Dante al fuego eterno, de imaginar con rostro y cuerpo concretos a personajes actuales sufriendo los castigos eternos ideados por el poeta e incluso en un gesto de autocrítica de los castigos que deberíamos soportar nosotros mismos.
Es agradable, después de contemplar todos estos sufrimientos ocasionados por nuestros pecados ser capaces de ascender atravesando el Purgatorio y alcanzar el Paraíso, con un claro mensaje que se eleva como un principio universal, más allá de limitaciones espaciales o temporales: Debemos tener ganas de vivir y luchar por lo que más queremos en esta vida, debemos de hacer respetar nuestros derechos y no dejar que nadie nos maltrate
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