Noche de brujas y de zombies, de pelucas y mucha sangre artificial, de colmillos y túnicas, de caramelos y tratos, y sobre todo noche de fiesta.
Desde hace más de 20 años la noche de Halloween es la noche de mi amigo del alma, de esos que se fraguan con mucho, muchísimo tiempo, con millones de experiencias vividas, con centenas de copas por medio, con miles de lágrimas derramadas, un amigo de esos que con solo mirarte sabe lo que piensas, que con solo oírte conoce tu estado de ánimo, un amigo de los que puedes hablar de todo o de nada, estar callado durante horas porque los silencios no son incómodos. Un amigo con el que ya has estado en tan malos momentos que has descubierto el significado de la palabra amistad, y en tantos buenos que has descubierto el de la palabra complicidad.
Desde hace más de 20 años que salimos a celebrar su cumpleaños en esta terrorífica noche... cuando todavía no estaba instaurada en estos lares y éramos los únicos colgados que nos disfrazábamos de brujas y vampiros y la gente nos miraba como bichos raros en los garitos más caóticos de la capital; hoy para llevar la contrario ya no nos disfrazamos, aunque en sus fiestas, tan inolvidables como antaño, se siga colando algún que otro fantasma, pero sin la sábana blanca...
Todo llega amigo... ahora empieza lo bueno...
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